miércoles, mayo 28, 2003
jueves, mayo 15, 2003
miércoles, mayo 14, 2003
jueves, mayo 08, 2003
miércoles, mayo 07, 2003
martes, mayo 06, 2003
viernes, mayo 02, 2003
Guarumo
(Primer sábado de mayo, día mundial de la yerba)
Ciertas plantas nos atraen mediante esa flor imperfecta que llamamos alucinación.
* * *
La seducción del vicio consiste en hacernos creer que hemos sido vencidos por sus encantos, cuando somos nosotros quienes espontáneamente nos hemos dirigido hacia él.
* * *
De iniciadora en los misterios, como en Eleusis, la droga ha descendido a mero carburante.
* * *
El rostro se convierte en espejo de nuestros vicios, pero rara vez de nuestras virtudes.
* * *
¿Cómo saber si ya hemos cruzado la puerta de la perdición?
* * *
Plantas y elíxires que nos mantienen de pie, como si se trataran de muletas y báculos.
* * *
La conciencia tiene el poder de arruinarlo todo. Apenas somos conscientes de nuestra respiración, ésta se vuelve trabajosa y deforme.
* * *
Lo incomprensible es uno de los pilares de la conciencia. La lucidez, la sensación de lucidez, cuando se vuelve o demasiado penetrante o demasiado permanente, termina entregándose al horror, al descreimiento o al asco.
* * *
La cercanía de un hombre ebrio contagia de embriaguez a todo lo demás.
* * *
La hilaridad es la forma más alta de no perder el hilo.
* * *
Interrumpir bruscamente un vicio supone un esfuerzo más grosero que mantenerlo en esos niveles que sólo nos reportan placer.
* * *
Algunos prefieren visitar el abismo cómodamente, y optan por la escalera.
* * *
Tan peligrosas y dañinas como las corrientes de aire frío son esas tardes en que nos refugiamos frente a la chimenea, en un mullido sillón y con la compañía de un sedante. Dejan afónica la voz de la conciencia.
* * *
La resignación frente a las propias debilidades es el peldaño de una escalera que no sabemos si sube o si baja.
* * *
Esos escasos momentos en que intuimos que la conciencia y los instintos están conviviendo, pero en los que —sospechamos— no tienen nada ya que decirse.
* * *
La droga es la polilla que se aloja en nuestro cerebro. Crea nuevos pasadizos y galerías en la materia gris, ya que las circunvoluciones y los hilos naturales de los nervios no bastan para poner en comunicación sus distintas regiones.
* * *
Lo monstruoso, más que engendro de la imaginación, es una superstición del recuerdo.
* * *
De vuelta a la sobriedad las cosas se presentan con tal altanería…
* * *
Del mismo modo que, en pintura, es gracias a las sombras que los rostros y los objetos resplandecen, los defectos y los vicios son los que dan realce a la personalidad.
* * *
Incluso el vicio más abyecto supone virtudes como la perseverancia.
* * *
Los propósitos que uno se hace en medio de las sábanas (especialmente cuando la una de la tarde nos amonesta con severidad desde el reloj) son inusualmente osados, sospechosamente briosos.
* * *
El vicio se ensaña con nosotros cuando comprende que no estamos a su altura.
(Primer sábado de mayo, día mundial de la yerba)
Ciertas plantas nos atraen mediante esa flor imperfecta que llamamos alucinación.
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La seducción del vicio consiste en hacernos creer que hemos sido vencidos por sus encantos, cuando somos nosotros quienes espontáneamente nos hemos dirigido hacia él.
* * *
De iniciadora en los misterios, como en Eleusis, la droga ha descendido a mero carburante.
* * *
El rostro se convierte en espejo de nuestros vicios, pero rara vez de nuestras virtudes.
* * *
¿Cómo saber si ya hemos cruzado la puerta de la perdición?
* * *
Plantas y elíxires que nos mantienen de pie, como si se trataran de muletas y báculos.
* * *
La conciencia tiene el poder de arruinarlo todo. Apenas somos conscientes de nuestra respiración, ésta se vuelve trabajosa y deforme.
* * *
Lo incomprensible es uno de los pilares de la conciencia. La lucidez, la sensación de lucidez, cuando se vuelve o demasiado penetrante o demasiado permanente, termina entregándose al horror, al descreimiento o al asco.
* * *
La cercanía de un hombre ebrio contagia de embriaguez a todo lo demás.
* * *
La hilaridad es la forma más alta de no perder el hilo.
* * *
Interrumpir bruscamente un vicio supone un esfuerzo más grosero que mantenerlo en esos niveles que sólo nos reportan placer.
* * *
Algunos prefieren visitar el abismo cómodamente, y optan por la escalera.
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Tan peligrosas y dañinas como las corrientes de aire frío son esas tardes en que nos refugiamos frente a la chimenea, en un mullido sillón y con la compañía de un sedante. Dejan afónica la voz de la conciencia.
* * *
La resignación frente a las propias debilidades es el peldaño de una escalera que no sabemos si sube o si baja.
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Esos escasos momentos en que intuimos que la conciencia y los instintos están conviviendo, pero en los que —sospechamos— no tienen nada ya que decirse.
* * *
La droga es la polilla que se aloja en nuestro cerebro. Crea nuevos pasadizos y galerías en la materia gris, ya que las circunvoluciones y los hilos naturales de los nervios no bastan para poner en comunicación sus distintas regiones.
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Lo monstruoso, más que engendro de la imaginación, es una superstición del recuerdo.
* * *
De vuelta a la sobriedad las cosas se presentan con tal altanería…
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Del mismo modo que, en pintura, es gracias a las sombras que los rostros y los objetos resplandecen, los defectos y los vicios son los que dan realce a la personalidad.
* * *
Incluso el vicio más abyecto supone virtudes como la perseverancia.
* * *
Los propósitos que uno se hace en medio de las sábanas (especialmente cuando la una de la tarde nos amonesta con severidad desde el reloj) son inusualmente osados, sospechosamente briosos.
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El vicio se ensaña con nosotros cuando comprende que no estamos a su altura.