viernes, mayo 30, 2003

miércoles, mayo 28, 2003

La reflexión hace palidecer los placeres pero reaviva las desgracias.
Quizá el cometido del hombre, a diferencia del de la abeja, es la producción de bilis.

martes, mayo 27, 2003

¿Quién no ha desordenado a propósito su mesa de trabajo para recibir visitas?

lunes, mayo 26, 2003

Hasta ahora nadie parece necesitar una prueba de la existencia del diablo.

jueves, mayo 22, 2003

La maldición de un lenguaje que parece haber perdido la puntería.

martes, mayo 20, 2003

lunes, mayo 19, 2003

Artefactos y prótesis que se mofan de nuestra servidumbre hacia ellos.

jueves, mayo 15, 2003

Casi todos nos conformamos con la sensación de comprender.
Los juguetes, como en ocasiones los animales domésticos, son los depositarios de nuestra necesidad de crueldad. Tan pronto como nos olvidamos de ellos empieza el juego de destruirnos mutuamente.

miércoles, mayo 14, 2003

Renovados indicios de que la creación no es más que una broma contada a una velocidad tan lenta que no podemos captarla.

jueves, mayo 08, 2003

Aun las cosas más estúpidas, cuando se hacen entre dos, nos llenan de regocijo o confianza. La casa de un hombre solo está saturada de actos vacilantes y lánguidos.

miércoles, mayo 07, 2003

Hay alzamientos de cejas que pueden pasar por juicios críticos. Pero eso ha llevado a creer que un libro de crítica puede hacerse con ademanes y el fruncimiento permanente del rostro.

martes, mayo 06, 2003

Lo siniestro, contemplado a la luz del día, se transmuta en sórdido.
El orgullo es repugnante sobre todo porque se alimenta de sí mismo.

viernes, mayo 02, 2003

Guarumo
(Primer sábado de mayo, día mundial de la yerba)



Ciertas plantas nos atraen mediante esa flor imperfecta que llamamos alucinación.
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La seducción del vicio consiste en hacernos creer que hemos sido vencidos por sus encantos, cuando somos nosotros quienes espontáneamente nos hemos dirigido hacia él.
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De iniciadora en los misterios, como en Eleusis, la droga ha descendido a mero carburante.
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El rostro se convierte en espejo de nuestros vicios, pero rara vez de nuestras virtudes.
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¿Cómo saber si ya hemos cruzado la puerta de la perdición?
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Plantas y elíxires que nos mantienen de pie, como si se trataran de muletas y báculos.
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La conciencia tiene el poder de arruinarlo todo. Apenas somos conscientes de nuestra respiración, ésta se vuelve trabajosa y deforme.
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Lo incomprensible es uno de los pilares de la conciencia. La lucidez, la sensación de lucidez, cuando se vuelve o demasiado penetrante o demasiado permanente, termina entregándose al horror, al descreimiento o al asco.
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La cercanía de un hombre ebrio contagia de embriaguez a todo lo demás.
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La hilaridad es la forma más alta de no perder el hilo.
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Interrumpir bruscamente un vicio supone un esfuerzo más grosero que mantenerlo en esos niveles que sólo nos reportan placer.
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Algunos prefieren visitar el abismo cómodamente, y optan por la escalera.
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Tan peligrosas y dañinas como las corrientes de aire frío son esas tardes en que nos refugiamos frente a la chimenea, en un mullido sillón y con la compañía de un sedante. Dejan afónica la voz de la conciencia.
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La resignación frente a las propias debilidades es el peldaño de una escalera que no sabemos si sube o si baja.
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Esos escasos momentos en que intuimos que la conciencia y los instintos están conviviendo, pero en los que —sospechamos— no tienen nada ya que decirse.
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La droga es la polilla que se aloja en nuestro cerebro. Crea nuevos pasadizos y galerías en la materia gris, ya que las circunvoluciones y los hilos naturales de los nervios no bastan para poner en comunicación sus distintas regiones.
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Lo monstruoso, más que engendro de la imaginación, es una superstición del recuerdo.
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De vuelta a la sobriedad las cosas se presentan con tal altanería…
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Del mismo modo que, en pintura, es gracias a las sombras que los rostros y los objetos resplandecen, los defectos y los vicios son los que dan realce a la personalidad.
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Incluso el vicio más abyecto supone virtudes como la perseverancia.
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Los propósitos que uno se hace en medio de las sábanas (especialmente cuando la una de la tarde nos amonesta con severidad desde el reloj) son inusualmente osados, sospechosamente briosos.
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El vicio se ensaña con nosotros cuando comprende que no estamos a su altura.

jueves, mayo 01, 2003

Toda utopía debe comenzar por la especificación de cosas tan simples como quién lavará los platos.