martes, abril 27, 2004

Procuro enemigos —siquiera la limosna de una ofensa, de un insulto gratuito—, para que mi rabia no se pierda en la delicuescencia.
En la forma de los objetos están ya sugeridos nuestros gestos, aun antes de que los hagamos propios. Una pipa o un bastón —unas pantuflas—, son algo más que objetos cotidianos: son ademanes. La condensación prefabricada de los estados de ánimo.

lunes, abril 26, 2004

A veces por no seguir descubriendo el hilo negro de cierta idea consabida, uno se encuentra con una madeja deshilachada en el centro de la cabeza, una bola amorfa hecha de retazos olvidados de hilo negro.
La idea fija se asienta en la cavidad del cráneo con las maneras del parásito. Pero una vez allí —afianzada y sonriente—, es el propio cerebro el que succiona de ella como una obesa larva.

miércoles, abril 21, 2004

Cuando uno no se dirige a ninguna parte todas las desviaciones son placenteras y, más aún, intachables.
Acostados pensamos mejor y más abundantemente. Al ponernos de pie hay algo que resbala de nuestras cabezas en beneficio de la acción, a la manera de un reloj de arena al que de improviso se le ha dado la vuelta.
La convicción de que todo punto en el que nos situemos puede ser el centro del universo, no pasa de ser una frase hueca si no se complementa con la convicción de que todo punto, en cualquier momento, puede ser asimismo el centro de la perdición.
Rara vez la queja obtiene por respuesta algo más que unas risitas sordas. Como si el movimiento rabioso de la lengua repercutiera siempre allí, en las plantas de los pies de la realidad.